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Porque en la vida de todos los días también hay oscuridad y vacío, no todos los momentos ni todas las experiencias son luminosas y felices. Cuando vemos en el mundo tantas pequeñeces humanas, intereses egoístas, falsedades, incomprensión y envidias, se hace muy difícil reconocer allí una presencia de Dios que sea alimento y luz. Muchas veces tenemos esa sensación de que todo es falso, superficial, pura apariencia, engaño y vanidad.
Pero tenemos que recordar que Dios creó este universo, que el Espíritu Santo está en todas partes, que él actúa en medio de la debilidad de los seres humanos, que nos llamó a vivir como hermanos y no a despreciarnos; que tenemos una misión que cumplir para el bien de los demás en lugar de escapar del mundo.
Podemos convencernos de eso, para no aislarnos del mundo. Pero al mismo tiempo, todo eso que nos deja sensación de vacío, nos invita a buscar algo más profundo, a tratar de no caer en la superficialidad. Tenemos que estar en el mundo sin ser del mundo, y poner en el mundo el amor, la entrega, la fidelidad y la honestidad que no encontramos. Eso no significa dejarnos llevar por la negatividad; porque si vivimos mirando lo malo, nos convertiremos en seres impacientes, incapaces de comprender, y entonces tampoco le aportaremos algo bueno a la sociedad. Para eso necesitamos invocar al Espíritu Santo, de manera que no nos dejemos llevar por la negatividad y siempre actuemos en positivo.
Para mí es muy evidente que estamos hechos para el Cielo, para la Bondad y Felicidad plenas y es que no hay más que mirar cómo se nublan nuestros ojos y se nos entristece el alma cuando pasamos alguna dificultad, sea cual sea. Es como cuando nos ponemos enfermos, que sabemos que no van las cosas como deberían de ir y nos sentimos mal. Pues aquí pasa lo mismo: ante la tristeza, la preocupación, el enfado, la decepción, la ansiedad... por más que nos digan que somos humanos y es "ley de vida" fallar, equivocarse, enfermar, ser limitados... algo nos dice en nuestro interior que estamos hechos para una felicidad plena y nos sentimos desconcertados, porque no sabemos qué hacer, cómo superar esa dificultad, cómo comportarnos.
El mal es un misterio, nos supera, necesitamos la ayuda de Dios, su luz para ver con claridad, su fuerza para vencer la adversidad, su amor para recobrar la paz. Por eso pedimos al Espíritu Santo, porque somos conscientes de que necesitamos de Él para afrontar los malos momentos. Dios quiere salvarnos, enseñarnos a vivir la cruz con la fuerza del amor, con la esperanza del Cielo.
En efecto, Dios sabe lo que es la frustración, la tristeza, la decepción, el fracaso, la maldad, porque se ha hecho hombre por nosotros y ha muerto en la Cruz. ha visto nuestra aflicción y nos ha enviado a su propio Hijo, y al Espíritu Santo consolador. Es Padre, lleno de compasión y ternura por sus hijos. Sólo Él sabe en realidad cómo actúa el Amor en cada momento, que es lo Bueno, lo Perfecto, lo Justo, lo que hay que hacer, porque es Dios y porque Él, que es la Suma Bondad pasa por eso cada día: nos ama con misericordia ante nuestras miserias y pecados.
El Espíritu Santo que conoce los misterios de Dios, nos dice san Pablo. Sí, y es maestro interior para llevarnos a la verdad plena, para modelar en nosotros los sentimientos y acciones de Cristo. Es una luz interior, un fuego de amor entrañable, que nos hace responder al mal, a la tristeza, a la dificultad como nadie puede hacerlo, con una respuesta original, novedosa, sorprendente, imprevisible, sobrenatural y hacernos reaccionar y salvar las circunstancias, cuando las veamos imposibles para nosotros, porque para Dios no hay nada imposible, su gracia se manifiesta en la debilidad.
¿Qué son los cinco minutos del Espíritu? Conoce el origen de esta oración que está haciendo tanto bien gracias a las redes sociales. Te invito a que la compartas con otras personas reenviando el enlace de "Amigos para Ayudar". Te sorprenderá saber que tiene su inicio en el libro del arzobispo argentino D. Víctor Manuel Fernández.
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