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¿Cómo hay que entrar en el templo?
Al entrar en una iglesia hemos de recordar que entramos en un lugar sagrado. No entramos en el templo como si accediéramos a un supermercado o en una tienda. Al contrario, al entrar en el silencio del templo hemos de dejar atrás el ruido de la calle y el bocerío.
Precisamente, en todas las iglesias existe un lugar que separa la calle y el templo propiamente dicho. Es un hall de entrada, el pórtico de entrada. Es ahí cuando debemos disponernos a entrar como es debido, apagando los móviles, y dejando el ruido de la calle para entrar en el silencio del templo. Recordemos cuando Dios habló a Moisés en el Monte Sinaí, cuando desde la zarza le decía: "Moisés, descálzate, porque el suelo que pisas es un lugar sagrado". Así, nosotros, entramos en un lugar sagrado, el templo. En el templo mora Dios, su presencia eucarística. Se respira un clima de oración. Es la casa del Altísimo. Si guardamos el silencio, el respeto, y nos abstenemos de comer o correr, de hablar alto y guardamos el recogimiento lo sentiremos más eficazmente.
Cerca de la entrada encontraremos la pila de agua bendita. Es una práctica muy bonita hacer uso de esta agua, mojando nuestro dedo y haciéndonos la señal de la cruz en la frente o santiguándonos. Este agua es un agua de purificación y de santificación. Con ella nos lavamos de los pecados veniales, le pedimos al Señor que nos purifique para entrar de forma digna en su presencia. En muchas religiones esta presencia del agua significa una purificación. Es el sentido mismo que tiene el agua de forma natural, el de lavar y refrescar.
Así le pedimos a Dios que renueve en nosotros la gracia del Bautismo y despierte en nosotros la sed de su gracia, el deseo de que nos limpie y nos llene de su frescor. Recuerda entonces hacer la señal de la cruz con el agua bendita y rezar esta u otra preciosa oración: "Este agua bendita sea para nosotros salud y vida, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén".
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