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Jesús le dijo a Nicodemo: _"Te aseguro que si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios... No te extrañes si te he dicho que hay que nacer de nuevo"_ (Juan 3,5.7).
Pero descubrimos que ese nacimiento tiene que ser permanente porque en Juan 3,18 y en 1 Juan 3,9;5,18 advertimos que allí se habla de los que han renacido de un modo pleno, y ya no pecan, porque han nacido perfectamente de Dios.
Por lo tanto, el Espíritu Santo nos ha hecho renacer en el Bautismo, pero quiere hacernos renacer cada día hasta que seamos plenamente renovados y transformados.
Vivamos cada día de esa manera, como una nueva oportunidad para nacer de nuevo, para seguir renaciendo a una vida más bella y más buena. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos haga renacer cada día más, porque sólo con su poder es posible morir cada día al hombre viejo y dejar nacer el hombre nuevo.
No podemos contentarnos con la vida recibida en el Bautismo, que es como un germen, sino a permitir su desarrollo hasta alcanzar una plenitud de vida tal, que el pecado ya no pueda tener poder alguno sobre la propia existencia.
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