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Puedo hacerlo así: Imaginar a Cristo y detenerme a contemplar la herida de su corazón. Reconocer el amor inmenso que se expresa en esa herida: "Me amó y se entregó por mí" (Gálatas 2,20). Así, le pido que desde ese corazón abierto derrame en mi vida el fuego del Espíritu Santo.
Imagino al Espíritu que brota para mí, y penetra en mí, desde el corazón de Jesús resucitado.
Luego, poco a poco, le entrego al Espíritu Santo todas las áreas de mi ser: mis pensamientos, mi cuerpo, mi imaginación, mis deseos, mis planes, etc. Pido que derrame su luz y su fuego purificador en todos los detalles de mi existencia y que me haga más parecido a Jesús en mis reacciones, palabras, actitudes, etc.
Después le pido la gracia de entrar con confianza en el corazón de Cristo para que allí se sanen todas mis heridas, se sacie mi necesidad de amor, se llenen de luz y de vida todas las cosas buenas que pueda haber en mí y se quemen todas las semillas del mal.
Sintiéndome profundamente unido a Jesús, digo la oración que Jesús nos enseñó, el Padrenuestro, tratando de expresarla con los mismos sentimientos que tiene Jesús hacia el Padre, y dejando que el Espíritu grite en mí "¡Padre!".
A veces nos puede parecer complicado dirigirnos a Dios si son Tres Personas, porque en el fondo seguimos pensando en Dios como una persona y no sabemos entonces cómo dirigirnos a Él.
Dios es una Trinidad de Personas, una familia, y nosotros somos invitados a formar parte de ella. Dios nos ha hechos hijos suyos, y esa debe nuestra manera de relacionarnos con Dios, como hijos, imitando a Jesús.
Somos amados de Dios Padre. Por nosotros nos dio a su Hijo como Salvador, como hermano y modelo a seguir. Él, respondiendo al Padre se entregó por nosotros hasta el extremo y por ese Amor que es Don de ambos, y es una Persona, el Espíritu Santo, nos entregó el Espíritu que recibe del Padre.
El Espíritu Santo es amor del Padre misericordioso y es amor de Cristo que lleva toda la Creación ante el Padre. El Espíritu que se nos ha dado nos enseña a ser hijos, nos ayuda a ser como Jesús, a entregarnos y a dirigirnos al Padre.
Dirígete al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: Dirígete como hijo amado de Dios, al Padre, como hace Jesús, lleno del Espíritu Santo. Dirígete al Hijo, don de Dios Padre, aquel que nos salvó, que se ha hecho hombre como nosotros gracias al Espíritu Santo y al que hemos de seguir, imitar y conformar nuestra vida con su misterio. Dirígete al Espíritu Santo, aquel que en tu interior te hace clamar Abba y aquel que es derramado como signo del amor del Padre hacia ti. Aquel que forma en ti la imagen de Cristo y te hace como Él para que tu vida sea una alabanza al Padre.
¿Qué son los cinco minutos del Espíritu? Conoce el origen de esta cadena de oración a la que te invito a unirte a ella compartiendo el enlace de "Amigos para Ayudar" en la redes. Te sorprenderá saber que tiene su inicio en el libro del arzobispo argentino D. Víctor Manuel Fernández.
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