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Es cierto que el Espíritu Santo siempre nos une a Jesús y al Padre Dios; pero es él quien nos transforma íntimamente para que seamos parecidos a Jesús y nos volvamos cada vez más agradables al Padre.
Los santos padres de la Iglesia utilizaban algunos ejemplos para destacar esa obra tan íntima del Espíritu Santo. Le llamaban, por ejemplo, el dedo de Dios, porque él toma contacto con nuestro corazón y lo sana, lo libera, lo purifica. También decían que es como la punta de un rayo. Porque el Padre Dios es como la fuente oculta de energía que habita en el cielo, el Hijo es el relámpago que lo manifiesta con su luz, y el Espíritu Santo es como la punta de ese rayo que quema la tierra.
También decían que las tres Personas de la Trinidad son como el agua que sacia nuestra sed. Pero el Padre es el manantial deseado de donde brota el agua, el Hijo son los chorros de agua que lo manifiestan y nos alegran, y el Espíritu Santo es el agua que nosotros bebemos y nos refresca.
Nosotros entramos a formar parte de la familia de Dios y de la comunión de la Santísima Trinidad, como hijos del Padre. Esa es la perspectiva en la que nosotros podemos imaginarnos y vivir nuestra relación con Dios dentro de la Santísima Trinidad y tener trato con las tres Personas Divinas.
Somos Hijos del Padre, Él ha enviado a su Hijo, el cuál se ha hecho uno de nosotros y nos ha hecho uno con Él dentro del Cuerpo Místico que es la Iglesia. Dios Padre nos ha enviado el Espíritu Santo por medio de su Hijo para que también nosotros nos sintamos hijos amados de Dios y predilectos; para que también clamemos con su mismo Espíritu: Abbá Padre.
El Espíritu Santo es Amor del Padre que se derrama en nosotros. Es Amor del Hijo que nos impulsa a Amar al Padre, y es Persona Divina, el Amor entre ambos que nos ayuda a ser como Jesús y amar al Padre.
Que imagen más bonita la del mantanial que fluye como río y llega a nuestro interior como agua fresca. Quedemonos conn eso. El Espíritu Santo es agua interior que nace del Padre y nos viene de Jesucristo. Un agua que salta para la vida eterna, que nos da vida divina y nos ayuda a retornar al manatial de Dios como río, como ese río que es Jesús y ha venido a nosotros y ahora nos lleva de la mano para volver a la casa de Dios.
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