Ven Espíritu Santo, y ayúdame a poner en tu presencia todo lo que me preocupa, todo lo que me inquieta, todo lo que perturba mi paz. Tú sabes cuáles son mis preocupaciones más profundas, pero hoy quiero contártelas, porque es mejor compartirlas contigo que pretender enfrentarlas con mis pocas fuerzas humanas. Escúchame Señor, porque clamo a ti con toda mi alma, a ti levanto mis brazos y te ruego que me auxilies. Quiero decirte todo lo que a veces me preocupa: mi salud, mi trabajo, mis seres queridos, mis necesidades, y todo lo que me perturba y me inquieta. Toma todo eso, y ocúpate también tú conmigo. Ven Espíritu Santo, porque así no me sentiré solo con el peso de la vida, y podré caminar y avanzar con ganas. Ven para que pueda experimentar tu dulzura, tu gozo, tu fuerza. Dame la gracia de ver que, aunque todo pasa, lo que nunca se acaba es tu amor, y con ese amor puedo enfrentarlo todo. Amén.
¡Cuánto puede ayudarnos dedicar un tiempo de meditación tranquilo para pensar en nosotros mismos!, en nuestra vida, en nuestros deseos y proyectos vitales: en nuestra fe, en nuestra pareja, en nuestras familia y amigos, en nuestra salud, en nuestro trabajo y nuestras metas. Necesitamos ese tiempo para que el ajetreo de la vida no nos haga ir atropellados o agobiados, sin rumbo. Necesitamos ir por la vida con un claro sentido del destino hacia donde nos dirigimos; necesitamos ir por la vida con una mente apaciguada, enfocada, con un corazón tranquilo, abierto, sin temor, lleno de confianza...
Ese tiempo es también tiempo de oración. Nuestra oración debe abarcar más cosas: la intercesión, la meditación de la Palabra de Dios, la adoración... pero sin duda que tratar en la presencia de Dios de nosotros mismos es también un tiempo de oración necesario.
Hazlo así: entra en la presencia de Dios, reflexiona y dialoga con Él, pídele ayuda para descubrir lo que quiere para ti, lo que es bueno y saludable para ti y para tu vida interior, pídele fuerza para poner los medios concretos para llevar a cabo todo eso.
No renuncies a tener otros ratos de oración como es la meditación del Evangelio o la intercesión por otras personas, pero tampoco renuncies a dedicar un tiempo, delante del Señor, a ordenar tu vida. Acuérdate que "orden" en griego es "logos", la misma palabra que el evangelista san Juan utilizaba para referirse a Cristo y para afirmar: "Y el Logos se hizo carne". Poner "orden" en tu vida es poner también en el centro a Dios, a Jesucristo, poner todas las cosas: tu trabajo, tus relaciones, tu horario, todo, bajo la mirada de Cristo, intentar llevar una vida ordenada y santa, una vida bajo su inspiración. Por eso dile al Espíritu Santo: "Ven Espíritu Santo, ilumina mi vida, condúcela a donde tu quieras, te escucho".
Comentarios
Publicar un comentario