INDICE DEL BLOG

Tú no eres como yo te siento a veces, porque eres incapaz de hacerme daño, de absorberme o de dominarme a la fuerza. Eres una infinita delicadeza.
Espíritu Santo, a veces experimento mi pequeñez ante tanta grandeza, y escapo de ti como si pudieras hacerme daño. Perdona esas tonterías de mi corazón pequeño.
Olvido que tu poder es el que me hace fuerte, que me da la vida y me sostiene, y que todo viene de tu amor divino.
Dame la gracia de dejarte actuar, para que pueda gozar de tus delicias, para que pueda cantar de gozo en tu presencia.
Ven Espíritu Santo. Amén."
Muchas veces nos olvidamos que Dios tiene un corazón más grande que el nuestro hasta el punto de sobre pasarnos en nuestro entendimiento. Es como cuando Jesús preguntaba: "¿quién de vosotros, si se le pierde una oveja, no deja las noventa y nueve en el campo y va a por la descarriada?". Habría que ser sinceros y decir que quizá nosotros daríamos por perdida la ovejuna. Porque sus sentimientos mostraban una grandeza de amor que nosotros no tenemos. Es la afectividad divina dentro de un cuerpo de hombre.
Y, así como Jesús tenía esa afectividad divina, a imagen del Padre misericordioso, nosotros, gracias al Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones, podemos también amar con esa sensibilidad divina y dar al mundo un amor que no es de aquí, sino de arriba.
Pídele al Espíritu conocer esa sensibilidad de Dios y amar como Él, con magnanimidad.
¿Qué son los cinco minutos del Espíritu? Descubre el origen de la asombrosa cadena de oración al Espíritu. Descubrirás el libro del arzobispo argentino D. Víctor Manuel Fernández.
Puedes encontrar el libro en Amazon
Comentarios
Publicar un comentario