Una vez más, intento contemplar con una mirada positiva a la gente que hay a mi alrededor, para descubrir los carismas que hay en mis compañeros, familiares, amigos. Es necesario repetir frecuentemente este ejercicio, para que la mirada no se nos vuelva demasiado negativa.
Doy gracias al Espíritu Santo por cada uno de esos carismas que él derrama en los hermanos, y me pregunto cómo puedo ayudarlos para que esos carismas den mejores frutos para bien de todos. Es hermoso dedicarse a regar las semillas buenas que hay en los demás, y ser como el jardinero del Espíritu Santo.
Me detengo a pedir al Espíritu Santo que me libere de los egoísmos y me ayude a hacer un acto de amor sincero y generoso hacia alguna persona. Trato de pensar en alguien que no me despierta simpatía a flor de piel, y me propongo regalarle un momento de felicidad, algo que lo haga sentir bien. Recuerdo que en esa experiencia de amor tendré un encuentro íntimo y profundo con un amor que me impulsa hacia el infinito, con el Espíritu Santo. Vale la pena intentarlo.
¿Por qué es necesario repetir con frecuencia este ejercicio de mirar lo bueno de los demás? Porque tendemos a fijarnos siempre en lo malo o, en todo caso, a pensar sólo en nosotros mismos. Así nos forzarnos a mirar hacia fuera, fijándonos en lo positivo de los demás nos hace menos egoístas y más positivos y optimistas.
Recuerdo una frase de Jesús que decía: si hacéis el bien a vuestros amigos, ¿qué hacéis de extraordinario? Los pecadores también hacen lo mismo. Aplicándolo a la reflexión de hoy podríamos decir: si ves lo bueno de las personas cuando te hacen el bien. ¿qué mérito tienes? Todo el mundo hace lo mismo. La diferencia está en ver el bien de las personas y lo bueno de las circunstancias cuando no son agradables para ti.
Pidamos a Dios hacer esto, lo extraordinario, lo inusual, lo que viene de Él, lo que sólo él es capaz de generar en nosotros, la esperanza inquebrantable, el optimismo que nace de la fe, la alegría que proviene que Jesús ha vencido la cruz y ha resucitado, que el amor ha vencido al odio y a la indiferencia. Resucitemos en nuestras cruces. En cada circunstancia que experimentemos los latigazos de la vida, la muerte o el peso de la cruz, podemos resurgir victoriosos viendo la cruz con otros ojos, llenándola de amor, de fe, de sentido redentor.
Y fíjate, que la reflexión de hoy añade un paso más: ¿cómo puedo ayudar a los demás a potenciar lo que veo de bueno en ellos? La respuesta es sencilla, agradeciéndoles su don, haciéndoles saber la bondad que tienen, pidiéndoles ayuda o que ejerciten esa cualidad para ti o para otras personas. En efecto, no hay nada más positivo que imitar al creador cuando dice de su criatura: y vio Dios que era bueno y contar con ese don como hizo el Creador cuando le obsequio con ese regalo.
Si nosotros vemos el bien de una persona, agradéceselo y pide. Cada petición será una oportunidad para la otra persona para ejercitar ese don y será para él fuente de gozo incesante por el agradecimiento continuo de los demás.
¿Qué son los cinco minutos del Espíritu? En esta página podrás encontrar más información sobre el origen de esta oración que tanto bien hace a la gente por las redes sociales. Quizá ter sorprenda saber que tiene su fuente en el libro del arzobispo argentino D. Víctor Manuel Fernández.
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